Cada paso y acción que damos en Internet deja una huella digital e información valiosa que puede ser vulnerada mediante puntos de acceso sin que nos demos cuenta.
Todo lo que hacemos en Internet marca nuestra reputación digital, y a estas acciones se les conoce como huella digital, que no son sino el rastro de datos que una persona o negocio deja al interactuar en línea.
Lo anterior puede ocurrir de forma voluntaria e involuntaria. Es voluntario cuando publicamos en redes sociales o comentamos en sitios de Internet; mientras que se da de forma involuntaria a través de la dirección IP o de las cookies (pequeños archivos de texto que los sitios web envían al navegador para almacenar información sobre visitas, preferencias de idioma y otros datos de navegación).
Nuestra huella o sombra digital siempre está presente, y si no somos cuidadosos podemos compartir mucha de nuestra información. Actualmente estamos acostumbrados a acceder a Internet desde distintos puntos, desde nuestra casa hasta en la calle o el transporte público.
Puntos de acceso maliciosos: un riesgo para la identidad
Sin embargo, estos puntos de acceso son dispositivos que permiten a los equipos inalámbricos conectarse a una red y a Internet, pero también existen puntos de acceso fraudulentos, no autorizados o maliciosos que se convierten en un riesgo para nuestra identidad digital.
Los puntos de acceso maliciosos interceptan, roban y manipulan los datos personales y financieros de los usuarios que se conectan a ellos, lo que aumenta el riesgo de robo de identidad, fraude y ciberataques.
A nivel global, los ciberdelincuentes crean puntos de acceso falsos para atraer a los usuarios, quienes al conectarse vulneran la información que envían y reciben. Al conectarse a redes no seguras se pueden filtrar datos como nombres, direcciones, números de tarjetas de crédito o bancarios, contraseñas y credenciales de acceso a cuentas, o bien, datos personales de salud.
Vulnerabilidad y protección de la identidad digital
Un estudio de Kaspersky analizó más de 31 millones de puntos de acceso Wi-Fi en todo el mundo y encontró que aproximadamente el 25-28 % de ellos son completamente inseguros (sin cifrado) o solo usan protocolos débiles como WEP, lo que los hace vulnerables a que se intercepten los datos transmitidos.
A medida que nos compenetramos más en el mundo digital, nuestra identidad digital se vuelve más compleja y vulnerable. Mientras más puntos de acceso tiene una persona, mayor es el reto para protegerla. Blindar la identidad digital no es una tarea única para las personas que pueden ser víctimas potenciales, sino que involucra acciones de empresas y gobiernos.
Se estima que al menos el 57% de los usuarios de Internet tiene más de 12 puntos de datos expuestos, el 16% más de 50, y hasta el 4% han sufrido suplantación de identidad.
¿Cómo me protejo?
Lo primero es verificar la red, y no conectarse a redes Wi-Fi desconocidas o de acceso público sin confirmar que sean legítimas. Limítate a las redes de confianza como las de tu casa y oficina.
Puedes usar una VPN (Red Privada Virtual) y encriptar tu tráfico de Internet, lo que dificultará a los hackers interceptar tus datos. También puedes usar gestores de contraseñas que generan y almacenan tus claves de acceso, y la autenticación múltiple.
Nuestra huella digital refleja quiénes somos en el entorno virtual. Cada clic, búsqueda o publicación construye una versión de nosotros que puede influir en cómo nos perciben, qué oportunidades recibimos y qué tan expuestos estamos a los riesgos cibernéticos.
Cuidar esa huella implica tomar decisiones conscientes sobre la información que compartimos y los espacios donde lo hacemos. Así como protegemos nuestra identidad física, debemos aprender a proteger la digital: verificando redes, usando contraseñas seguras, evitando la sobreexposición y comprendiendo el valor de nuestros datos.
La identidad digital es, en esencia, una extensión de nuestra confianza en Internet. Y en esa confianza se define el equilibrio entre estar conectados y mantenernos seguros.